Además del riesgo de caídas, el uso de estas piscinas puede favorecer contagio de enfermedades. El agua de las mismas, habitualmente contaminada con heces y orina infantiles, puede propagar enfermedades entre niños muy pequeños, especialmente si son muchos los que la usan. Es importante tener en cuenta que los menores que pertenecen a una misma familia difícilmente aumentarán el riesgo de contagio si se bañan a la vez, puesto que pasan juntos muchas horas al día.
Desinfectar el agua no es eficaz
Las piscinas inflables y pequeñas suelen llenarse con agua del grifo. Algunas veces esta agua se desinfecta con cloro, pero la dosis adecuada no resulta fácil de determinar: poca dosis puede ser insuficiente para eliminar los gérmenes y mucha dosis puede perjudicar la delicada piel y los ojos de los pequeños.
Los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC según sus siglas en inglés), ofrecen una serie de normas para evitar riesgos:
Antes del uso
- No permitir a un niño enfermo, que tiene diarrea o que vomita, usar la piscina
- Lavar a los niños con agua y jabón antes de que entren en la piscina
- Consultar a padres o cuidadores acerca de la salud de los niños antes de que la usen
Durante el uso
- Evitar que la boca de los niños entre en contacto con el agua
- Impedir que los niños permanezcan en la piscina con un pañal sucio.
- Si la piscina se ensucia, sacar a los niños lo antes posible y cambiar el agua
- Si el agua ha sido contaminada por heces diarreicas, se recomienda sacar a los niños del agua, vaciarla, limpiarla y dejar que se seque al sol, al menos durante cuatro horas.
Cuando se termine de usar
Si la piscina es pequeña, vaciarla y dejarla secar. Si es de gran tamaño, poner en funcionamiento los filtros o sistemas de desinfección que tenga, ajustados a la suciedad y a la capacidad de la misma.
Texto elaborado con la supervisión científica del Área Asistencial de Adeslas